La reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin, prevista en Alaska para este viernes 15, no es un encuentro más en la agenda diplomática. Es un acto cargado de simbolismo, un movimiento calculado que condensa señales políticas y estratégicas para el mundo de hoy.
Como bien apunta Fernández Baraibar (2025), el simple hecho de que se realice en territorio estadounidense refleja una autoconfianza inusual de Putin, dispuesto a reunirse en la “casa” de su interlocutor.
Pero Alaska no es cualquier lugar: fue territorio ruso hasta 1867 y sigue siendo el único punto donde ambos países comparten frontera directa. Además, está fuera del radio de los BRICS, del mundo musulmán y de la esfera europea. Es, en definitiva, la puerta de entrada a un tablero geopolítico que se inaugura ante nuestros ojos: