A un lado, la vieja carpa del puerto de es Botafoc , recién habilitada para acoger a los migrantes que llegan en patera a las Pitiusas. Al otro, la flamante nueva estación marítima, punto de entrada de los cruceristas que llegan cada día al puerto . Y justo por encima de ambas, surcando el cielo de manera escalonada, sin pausa, todos los aviones que siguen la habitual ruta de aproximación para aterrizar en al aeropuerto.

Es agosto y todo el mundo quiere llegar a Ibiza . El viejo faro de es Botafoc asiste perplejo a esta esquizofrénica mezcolanza de gentes, casi una distopía donde el turismo de masas y la mera supervivencia se rozan sin llegar a fundirse. De eso se encarga la Policía Nacional, de poner orden bajo un sol de justicia que completa la escena.

Esa es la realidad

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