Por: Oscar Eduardo Trujillo Cuenca
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Durante mucho tiempo, la ruralidad fue vista como sinónimo de atraso, de pobreza, de futuro incierto. En el imaginario colectivo, el campo era un lugar del que había que “salir” para progresar, las grandes ciudades eran el destino ideal, y quedarse en la vereda era casi un fracaso; pero esa narrativa está cambiando, está naciendo una nueva ruralidad, una que no pide permiso, que se reinventa, que se llena de jóvenes, de tecnología y de esperanza.
Hoy, en departamentos como el Huila, estamos presenciando una transformación silenciosa pero poderosa, donde jóvenes que antes migraban ahora regresan con nuevas ideas; campesinos que antes vendían sin valor agregado hoy exportan con marca propia; productores que antes dependían del i