A diferencia de una contraseña, la información biométrica como huellas dactilares o rasgos faciales no puede ser cambiada una vez que es sustraída, dejando a las víctimas en un estado de vulnerabilidad de por vida. Es el robo de identidad.

En un mundo cada vez más digitalizado, el uso de datos biométricos para autenticar nuestra identidad se ha vuelto una práctica común. Desde desbloquear el celular hasta realizar trámites gubernamentales como la obtención del pasaporte o la nueva Clave Única de Registro de Población (CURP) con datos biométricos, estas características físicas únicas prometen una capa adicional de seguridad. Sin embargo, la firma de ciberseguridad Kaspersky lanza una seria advertencia: si esta información cae en manos equivocadas, las consecuencias son permanentes.

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