La reforma electoral que se avecina nos confronta con una encrucijada crucial. Resulta paradójico que, ante la evidente ineficacia de los partidos políticos mexicanos para revitalizar la vida cívica, la respuesta no sea la apertura, sino la inercia.
Como señala Gilles Bataillon en su lúcido análisis (Letras Libres), advierte el fracaso de la Quinta República Francesa y revela una profesionalización parasitaria de la política que ha alcanzado extremos alarmantes, un mal que también aqueja a los partidos mexicanos.
La desaparición de institutos políticos históricos y el vertiginoso ascenso y caída de nuevos protagonistas en el ballotage presidencial francés son espejos en los que debemos mirarnos, pues reflejan la crónica de una muerte anunciada para la pluralidad.
Aunque los movimientos