Una de las más originales salidas de este (des) gobierno Petro es la idea de eliminar el requisito de hablar – o al menos conocer medianamente – un segundo idioma para aspirar al servicio diplomático.

Según este insólito punto de vista, exigir inglés a un potencial embajador ante el Reino Unido, o bueno, también ante Polonia, Japón, Australia, Suecia o Kenia es una medida discriminatoria, que excluye – desde hace 200 años, nos dirán – a un porcentaje importante de la población.

Como afirma Petro, llegó el momento de permitir que también el hijo de un campesino pueda acceder a un cargo diplomático en el exterior.

De nuevo aparece esa lectura simplista, superficial y casi siempre despistada de las situaciones, esa tendencia casi infantil de inventar y aplicar “soluciones” que, lejos de re

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