En conecto la antigua idolatría con la mitomanía del XXI, y es que el mito comporta la promesa de inmortalidad y cohesiona socialmente, al tiempo que angustia al recordarnos nuestra finitud e inferioridad. Hablo del sujeto como marca personal y del brillar para existir en el neoliberalismo, de lo vitalmente caro que es el éxito barato. Sobre todo, algo tenía que hacer con tanta envidia, así que hice un poemario narrativo con un estilo de llegada directa y una trama simple: en su periplo hacia la fama, el protagonista se encuentra con sus mitos, que al hablarle de sus malogradas vidas sin arrepentimiento, lo ayudan a restarse importancia en este mundo. Lo pop era ineludible. Y lo carnavalesco, la pantalla que oculta el sentimiento trágico de la muerte. En este sentido, es un libro deses

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