Paola Holguín luce desorientada. En sus ojos no hay más que lágrimas contenidas, que amenazan con rodar de nuevo sobre un par de párpados ya hinchados.
—Gracias, doc —responde la senadora y precandidata del Centro Democrático, en un tono más bajo del habitual, al pésame de un periodista que zigzaguea entre la prudencia y la necesidad de publicar.
Pero en la desorientación de Holguín hay mucho de cordura. Es un cuerpo en el que el instinto demanda ahorro de energía para permanecer más tiempo plantada sobre el tapiz rojo que recubre el Salón Elíptico de la Cámara. Allí es velado su copartidario, y hasta hace poco rival en la puja interna del uribismo por escoger candidato presidencial, Miguel Uribe Turbay.
“Está muy afectada. Le ha dado muy duro”, dice sobre su semblante el representante