Hoy viajamos hasta Almansa y Garciotum, dos municipios distintos en paisaje y carácter, pero unidos por un mismo latido: el del agua como bien común.

En Almansa, el pantano es un espejo donde se reflejan generaciones de agricultores, niños que aprenden a cuidar lo que no siempre se ve y vecinos que han cambiado su forma de disfrutar del entorno. Desde los talleres escolares del Molino Alto hasta las rutas en kayak, el municipio transforma el agua en oportunidades.

En Garciotum, el agua ha sido siempre sagrada. Lo cuentan los abuelos, lo canta el pueblo y lo confirman quienes regresan del mundo urbano para volver a cultivar, a vivir y a proteger sus raíces. Con sensores de pozos recuperados y un fuerte vínculo con la tierra, aquí la tradición y la tecnología riegan una misma esperanza.

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