Ser perfeccionista, en apariencia, parece una virtud. Buscar hacerlo todo bien, esforzarse por cada detalle y no conformarse con lo “ suficiente ” puede parecer admirable.

Sin embargo, detrás de esa exigencia constante se esconde una trampa mental que afecta la salud emocional, las relaciones y el bienestar general.

El perfeccionismo no siempre es sinónimo de éxito; en muchos casos, es una forma silenciosa de autodestrucción. Aquí te explicamos por qué.

1. La ilusión de control absoluto

El perfeccionismo parte de la necesidad de tener el control total de las situaciones, de los resultados y, muchas veces, de la percepción que otros tienen de nosotros. Pero esta necesidad es irreal y desgastante.

El mundo está lleno de variables impredecibles, y pretender que todo salga exactamente

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