Ahora que llevamos ya casi dos años horrorizados por las atrocidades del Gobierno israelí contra la población civil palestina en Gaza, y especialmente por los miles de niños asesinados, he vuelto a leer el ya mítico Diario de Ana Frank.

Este diario universalmente aclamado de una niña judía adolescente de 13 años, comenzado el 14 de junio de 1942 y que se extiende hasta el primero de agosto de 1944, es un prodigio de espontaneidad, ligero a veces, con temas sobre la incómoda convivencia en un reducido espacio, y profundo otras veces con reflexiones de una madurez prematura. El carácter de Ana se revela como vivaz e incisivo anunciando una brillante personalidad de futuro.

Como se sabe, Ana, con sus padres y hermana mayor, se hallaban escondidos en un anexo que podríamos llamar trastienda,

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