Cada 15 de agosto, Madrid se detiene ante una de sus tradiciones más queridas: la bajada del cuadro de la Virgen de la Paloma. No es solo una ceremonia religiosa, sino un momento que une historia, identidad y fe. Los bomberos madrileños son sus custodios y, este año, el protagonista es Manuel Cerrillo, que revive un recuerdo de infancia marcado por la foto de su padre (también bombero) realizando el mismo gesto décadas atrás.

Aunque la patrona oficial de Madrid es la Virgen de la Almudena, para el pueblo madrileño la Virgen de la Paloma ocupa un lugar único. Su fiesta, ligada al 15 de agosto, es una mezcla de fervor religioso, barrio en la calle, chotis, mantones y verbena. El momento más esperado es siempre el mismo: ver cómo desde el retablo baja, lentamente, el cuadro que guarda una

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