La regulación ambiental de amplio espectro siempre tiende a generar pulsos de poder e intereses públicos y privados. De allí que nada más complicado de alcanzar y concretar que un tratado internacional sobre la materia, sobre todo cuando se busca que tenga efectos vinculantes y, por lo tanto, de obligatorio cumplimiento para el pleno de los países.

Esa premisa es, precisamente, la que está evidenciándose en las difíciles negociaciones que se están llevando a cabo en Ginebra (Suiza) para poder concretar, por primera vez, un acuerdo global contra la contaminación por plásticos.

Las cifras sobre los efectos lesivos de este flagelo impactan. Un estudio reciente concluyó que la mala disposición de los productos plásticos representa un peligro “grave, creciente y poco reconocido para la salud

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