En el corazón de la selva tropical de América, donde el silencio se entrelaza con los sonidos de pájaros, serpientes y ranas, se alzan dos titanes antiguos: el cedro y la caoba, árboles de una misma familia —las meliáceas—, que nacen y crecen sin prisa, a través de los años.
El cedro, con su aroma noble y su tronco recto, posee fibras rojas, suaves pero resistentes, mientras que la caoba, por su color rojizo profundo característico, es lo más cercano al fuego grabado en la madera. Ambos, por su elegancia y fortaleza natural, son elegidos para crear muebles, esculturas e instrumentos variados que adornan nuestros espacios. Muchas veces pasa para nosotros desapercibido el hecho de que los árboles que dieron lugar a esas piezas tuvieron que sortear toda clase de retos a lo largo de su vida.