Siempre hemos creído que el envejecimiento es un proceso lento y progresivo , casi como si los años nos fueran apagando poco a poco, de forma inexorable.
Así lo recogen manuales y revisiones médicas recientes, que siguen definiendo el envejecimiento biológico, en su modo más simple, como "alteraciones lentas y progresivas de la función física que empiezan en la madurez y concluyen con la muerte".
Aunque esta imagen del tiempo –o la metáfora de un goteo constante de pérdidas – sigue dominando nuestra forma de entender la vejez, estudios recientes revelan que no envejecemos en línea recta, sino a saltos , con momentos precisos en los que, de pronto, todo cambia.
Esta hipótesis desafía décadas de modelos lineales y abre la puerta a una nueva manera de entender los cambios biológico