La vida de Gail Lane cambió de forma abrupta hace diez años en Victoria, Columbia Británica, Canadá , cuando un trastorno autoinmune dejó sus córneas tan dañadas que perdió la visión.

La ceguera supuso redefinir su cotidianidad y depender de servicios, como una app que facilita que otras personas la guiaran a la hora de elegir ropa o moverse por casa.

La rutina encontró nuevos significados cuando Lane conoció a Phil , su actual pareja, y a Piper , un labrador negro entrenado como perro de asistencia. En ese período, Lane se adaptó a su entorno con herramientas de accesibilidad, afrontando las limitaciones que suponía no reconocer colores, rostros o movimientos.

“Fue triste. Pensé en todas las cosas que de repente no podía ver, y me preguntaba si alguna vez podría volver

See Full Page