La historia comenzó como un hallazgo fortuito de obra y terminó con un expediente que amenaza con romper el silencio de uno de los casos más fríos, macabros y extraños de Argentina.

Durante 41 años, el crimen de Diego Fernández Lima, quien en 1984 cuando tenía 16 años, fue declarado desaparecido y cuyo padre murió sin conocer su destino final, estuvo en silencio. Esto, hasta que sus restos óseos aparecieron en mayo de 2025 en la casa lindante donde residió brevemente, a principios de los 2000, el músico Gustavo Cerati en el barrio de Coghlan en la Ciudad de Buenos Aires.

En un chalet de avenida Congreso al 3.742, unos albañiles que trabajaban en la construcción de una medianera encontraron huesos detrás del polvo disipado. El rumor corrió entre ellos hasta llegar a oídos de quien, desde

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