Desde el siglo XIX, autores como Federico Nietzsche anunciaban el crepúsculo de los dioses, la muerte de Dios, perpetrada por una sociedad moderna que avanzaba hacia la secularización.
Carlos Marx desacreditaba la religión y la tildaba despectivamente de opio de los pobres; incitaba a combatirla por ser perniciosa y contraria a la emancipación del proletariado.
Sigmund Freud cuestionó el origen divino de las creencias religiosas y, empleando un reduccionismo psicologista, las desacralizó. A su entender, son manifestaciones de psicopatologías colectivas relacionadas, en buena medida, con la sublimación de la figura arquetípica y amenazante del padre, siendo este el caso particular del cristianismo.
Ni la crisis existencial nihilista, ni la revolución dialéctico-materialista, ni la terapi