A 60 kilómetros de Palma, tras 45 minutos por la carretera Ma-19 en dirección a Santanyí, se esconde un rincón que parece detenido en el tiempo. Cala Figuera , en el extremo sureste de Mallorca, no es Magaluf, Cala Millor ni Palma. Aquí el turismo llegó… y se marchó. Hoy, este enclave marinero es un refugio de pescadores y de viajeros que buscan una Mallorca distinta, alejada del bullicio.

Con apenas 800 habitantes , el pueblo se despliega sobre un acantilado, entre casas blancas y bronce , contraventanas verdes y fachadas de piedra tostada. El mar turquesa del Mediterráneo refleja el colorido de las barcas de madera que llenan el puerto, cada una pintada en tonos diferentes, como un improvisado cuadro costumbrista. La tradición pesquera sigue tan viva que muchas viviendas cuent

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