Es curioso: en plena crisis de los partidos políticos tradicionales, cuando, en muchos casos, estos estallaron, mutan o desaparecen de escena, las relaciones entre los gobiernos latinoamericanos están condicionadas, como pocas veces en el pasado, por el partidismo y el sesgo ideológico.
De tanto reivindicar el sueño de la Patria Grande, nuestros países caminan cada uno por separado, orientados -o desorientados - por la impronta coyuntural de sus políticas domésticas , los personalismos y las simpatías o antipatías entre sus presidentes. La consecuencia: estamos más cerca de los vecinos pero más para meternos en sus discordias políticas que para promover lo que nos une, por encima de banderas partidarias o diferencias ideológicas.
Así nacimos a la vida independiente. Entre epopeyas e