La residencia de tres meses de Bad Bunny ha convertido a Puerto Rico en un mixtape viviente de música, memoria y movimiento, atrayendo fanáticos de todo el mundo, transformando negocios locales y demostrando que la historia de un solo artista puede convertirse en la estrategia turística de todo un país.

De acomodador de carritos a brújula cultural

Todo empieza en el estacionamiento de un supermercado —específicamente, el Econo en Vega Baja. Allí, bajo el sol caribeño, turistas se ponen chalecos rojos de poliéster prestados y posan donde un joven Benito Antonio Martínez Ocasio alguna vez acomodó carritos de compra y cantó para sí mismo. “Le gustaba estar allí afuera”, dijo Delza Vélez, encargada de recursos humanos de la tienda, quien aún recuerda el carisma natural y las primeras melodía

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