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Sin saberlo, Álvaro Clavijo encontró en el lavado de platos la llave de su futuro. Aunque su familia quería que se dedicara a estudiar una carrera bien vista en su momento, la pasión lo llevó por otro lado. Estando en París, por un viaje que realizó junto a su familia, entró a trabajar como lavaplatos en un restaurante tipo Tex-Mex, con tan solo 17 años. Necesitaba dinero para poder costearse su estadía en el Viejo Continente, donde quería escuchar a bandas de punk que le gustaban.
Aunque no era muy ágil con esta labor, llegando a retrasar el trabajo de sus demás compañeros, el chef del lugar decidió darle una oportunidad en la cocina, algo que, sin saberlo, le abriría los ojos al joven bogotano respecto a su futuro. Se enamoró perdidamente de la cocina, como cuando dos persona