En 1987, el presidente Raúl Alfonsín visitó Rawson para desarrollar actividades de gestión e impulsar a los candidatos locales en una campaña electoral. En ese contexto, se produjo una situación inédita que rompió el protocolo habitual previsto para estos casos: pudo conocer a su “ahijado” Silvio Coronel en su ciudad en vez de recibirlo en Capital Federal, como era más frecuente.

Fue un gesto que parecía marcar un vínculo especial, pero que terminó convirtiéndose en una historia de promesas incumplidas y lucha constante.

En aquellos días, se prometió a Silvio un futuro distinto: ayudas, apoyos para estudiar, un trabajo asegurado cuando creciera e incluso una pensión . Sin embargo, nada de eso llegó a concretarse.

“Nadie vino más, ni siquiera a preguntar cómo estábamos” , reprochó

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