Vladímir Putin llegó ayer a Alaska con una mochila a su espalda. Era invisible, pero muy pesada: en ella llevaba la factura de la guerra.
El presidente ruso se encuentra en una situación paradójica. Su ejército tiene la iniciativa en Ucrania. En los últimos meses, ha conseguido avanzar en múltiples frentes: solo en julio, conquistó cerca de 550 km² de territorio, según estimaciones de los servicios de inteligencia británicos. Pero estos progresos en el campo de batalla –relativos, ya que la línea de combate no ha sufrido modificaciones sustanciales– tienen lugar a costa del sacrificio de miles de vidas y del debilitamiento de las finanzas del Kremlin.
El coste humano es quizás el más asumible para Putin, ya que gobierna con mano de hierro y cuenta con herramientas para aplastar toda form