Cuando Valeria Lina Chavarría llegó al mundo, hace más de cuatro décadas, la medicina sabía muy poco sobre la osteogénesis imperfecta . No existían ecografías capaces de advertir lo que venía y el embarazo de su madre transcurrió como cualquier otro. El parto fue natural, sin incidentes, pero el mundo de esa familia mendocina cambió cuando la pequeña respiró por primera vez.
Durante el alumbramiento, los huesos de Valeria se fracturaron en varios puntos. El dolor la hacía llorar sin descanso y nadie entendía por qué . Hasta que un médico sugirió radiografías. Allí, el misterio quedó resuelto: la beba padecía una enfermedad genética que impedía a su cuerpo producir huesos fuertes . Lo que para otros niños era un simple movimiento, para ella podía significar una fractura.
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