Con el encuentro de dos mundos, a partir de los viajes de Colón, unos aventureros europeos llegaron al camino de la serpiente y terminaron embelesados con el paisaje del color de la esperanza, la fragancia propia entre mágicos amaneceres de colores, la explosión de tonalidades al final del día y el concierto de ruidos de la noche.
Se alimentaron de los mitos y leyendas en esa tierra oculta, de imágenes bravías dormidas entre los rayos que se filtran en la selva y forman conos grises donde las flores exóticas apagan su semblante, mientras que nubes doradas acarician en claroscuro el fuego de la tarde y los insectos parecen plumillas de oro flotantes de topacios y diamantes.
Las rutas para llegar a “El Dorado” se difunden entre conquistadores y expedicionarios, que recorren largos trechos,