En síntesis, Fidel Castro era un hombre con una personalidad oscura y manipuladora, y una sed insaciable de poder. Juraba lealtad a cualquier ideología que pudiera extender su control sobre la autoridad, no por convicción, sino por conveniencia.
Contrariamente a la narrativa sofisticada que retrata los más de cincuenta años de Cuba "libre" como un satélite obediente de Estados Unidos, la isla fue, desde sus inicios, un foco de venenoso antiamericanismo disfrazado de "antiimperialismo". Este sentimiento se alimentaba de la falsa creencia de que el Ejército estadounidense había frustrado la independencia de Cuba de España. Desde esta perspectiva, el odio virulento de Castro hacia Estados Unidos no era accidental, sino inevitable.
Muchos insisten en que se puede ser antiamericano sin ser co