Nuestras guerras también han sido de palabras. De hecho, en todas las guerras el lenguaje ocupa un papel central: ya sea en discursos de batalla o en rumores que destruyen comunidades. Quizás la forma más extrema en que las palabras han sido usadas en el conflicto armado colombiano es el panfleto. Esa manera de comunicar amenazas sigue siendo común, especialmente en zonas en disputa por grupos armados que buscan eliminar a las personas que a sus ojos son indeseables.
Es por ello que, en el Acuerdo de Paz firmado entre el Estado y las extintas FARC-EP, se estableció como una garantía de seguridad para el ejercicio de la política la prevención de “ cualquier forma de estigmatización y persecución de dirigentes por motivos de sus actividades políticas, de libre opinión o de oposición ” (2.