Putin quiere su territorio y es totalmente intransigente respecto a su intención de acabar con Ucrania como estado independiente. Trump quiere ser el más listo, que le den el Nobel de la Paz y seguir gobernando sin que le incomoden con elecciones "poco equitativas" cualquier excusa será buena para intentar su tercer mandato
La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla
Mal lo lleva Trump para el Nobel de octubre. Lo de Elmendorf-Richardson no ha sido un punto a favor. Nos dará la risa, porque ninguno creemos que tal galardón deba recaer en semejante personaje, pero no cabe duda de que para él es algo no sólo importante, sino posible. Le ha propuesto Netanyahu, con eso está dicho todo. No sólo persigue su premio con baladronadas y acciones poco efectivas, él, que iba a acabar con todos los principales conflictos sólo con ordenarlo, sino que ha llegado a presionar nada sutilmente para ello. Iba por la calle el ministro de finanzas noruego, Jens Stoltenberg -los ministros en Oslo andan como ciudadanos por la calle- y con la aparente excusa de hablar con él sobre aranceles le endosó una de presión sobre el premio. El antiguo secretario general de la OTAN ha querido ser discreto sobre una conversación que, por el propio tono de los diarios noruegos, se ha percibido como tremendamente inadecuada. Trump quiere superar a Obama y no lleva buen camino.
Putin ganó el match alaskeño, sobre eso no duda ningún analista. Un tipo perseguido por la Corte Penal Internacional pisó suelo norteamericano, recibió el espaldarazo del recibimiento y el lavado de cara internacional y además no entregó nada a cambio. El bocazas de Trump, que había anunciado que abandonaría la reunión si no le daba buena espina, ya que él es capaz de percibir en unos minutos si un encuentro será productivo, estuvo casi tres horas sentado con un tipo más duro que él y ni consiguió el alto el fuego ni un mínimo movimiento en la pretensión de Rusia de quedarse con el territorio conquistado, ni habló de aplicar las “consecuencias severas” que había esgrimido para el caso de que Putin no estuviera por la labor. Al final no hizo caso al primer ministro finlandés, con el que juega al golf y se mensajea a menudo, que le explicó de forma clarísima que no podía fiarse para nada de la palabra de Putin. Consejo de persona finlandesa cuyos abuelos finlandeses nacieron en pueblos que actualmente forman parte de Rusia. Ahí reside la gran cuestión.
Desde el punto de vista europeo cabe al menos congratularse de que ambos tiburones del Pacífico no desmembraran Ucrania en su ausencia y que no tomaran decisiones territoriales sin su aquiescencia ni la de los europeos conmocionados por la amenaza que supondría una Rusia que obtiene territorio tras un ataque. La sudadera que lució al llegar a la cumbre el canciller ruso Lavrov con el acrónimo CCCP era toda una declaración de principios: no es que Rusia pretenda ser una potencia ideológicamente comunista, sino que aspira a reconquistar el imperio territorial que la URSS tuvo. Eso explica muy bien los miedos de Polonia, las repúblicas bálticas y el resto del este de Europa. Como son nuestros socios y son libres y con repúblicas independientes y democráticas deberíamos ser capaces de empatizar con ellos. El futuro del continente está en juego. Todo ha basculado y encastillarse en posturas anteriores (pro o contra cualquiera de las dos potencias) carece de sentido.
Con un Putin que se siente empoderado, recomienza ahora la rueda de las conversaciones de Trump con Zelenski y los líderes europeos y de todos entre ellos, menos los excluidos por tibieza o inoperancia. El ruso le ha dado a Trump bien de lo que le gusta. Según ha manifestado el propio presidente norteamericano, Vladímir le dijo que “no he visto a nadie cumplir tanto en tan poco tiempo” o “tu país está en plena forma, aunque no hace más de un año hubiéramos dicho que estaba muerto” o, lo que al megalómano estadounidense le ha parecido más interesante: “La elección de Biden estuvo trucada porque el voto por correo era tuyo”. ¡Qué más podía esperar! Obsérvese cómo el antiguo miembro del KGB se lo trajina de forma descarada: “Me ha dicho que ningún país utiliza el voto por correo, porque recurriendo a él es imposible tener elecciones equitativas”, contó Trump. Es más, el zorro ruso llegó a establecer en la entrevista una relación directa entre esa elección que afirmó “trucada” y su guerra en Ucrania: “Ganaste esa elección de largo (...), si tú hubieras resultado elegido no estaríamos en guerra y miles de personas estarían vivas y no muertas”. El zorro ruso sabe enredar a un narcisista y no tiene límites para hacerlo. Hasta se subió en la Bestia y dejó a un lado su Aurus Senat.
¿Puede llegarse a la paz asesinando la verdad? Todos sabemos que no. A ellos no les importan ni la una ni la otra. Putin quiere su territorio y es totalmente intransigente respecto a su intención de acabar con Ucrania como estado independiente. Trump quiere ser el más listo, que le den el Nobel de la Paz y seguir gobernando sin que le incomoden con elecciones “poco equitativas” cualquier excusa será buena para intentar su tercer mandato.
Mañana el pacificador menguante se verá con Zelenski y esperemos que al menos le guarde el respeto que merece él y la lucha de su pueblo. En ese respeto y en el desenlace de este conflicto es en el que más nos jugamos los europeos desde hace décadas. No lo perdamos de vista.