Es natural para las entidades empresariales adoptar un rol ‘testimonial’, en el sentido de identificar problemas, transmitirlos al sector público y esperar soluciones. A fin de cuentas, las entidades están en contacto directo con los problemas por resolver, y el sector público es el encargado de diseñar y ejecutar las políticas necesarias.
El problema es que resulta imposible para cualquier equipo de funcionarios, aun con alta capacidad técnica, conocer los detalles de cada proceso productivo en cada uno de los diversos sectores que integran la economía. Y se agrega, en Argentina, gran cantidad y enorme complejidad de problemas por resolver. Todo esto conspira contra la eficacia del rol testimonial.
Para incidir sobre la realidad, resulta necesario un rol “propositivo”, entendido como el