Los cuatro inquilinos de Barbadillo tienen algo en común. En algún momento de sus carreras políticas, todos ellos enarbolaron la bandera de la lucha anticorrupción. Trazaron una línea imaginaria en la que al otro lado se encontraban los malos, los corruptos. Ellos encarnaban el cambio, la decencia, la honestidad. Ellos estaban en el lado correcto de la historia. La vieja lucha del bien contra el mal llevada a la escena local en discursos en plazas públicas, en redes sociales, en medios de comunicación.

De la historia peruana reciente ya deberíamos haber aprendido que la política no es una película de Marvel. No es la lucha de los rebeldes contra el imperio galáctico. No es una epopeya de héroes contra villanos. En todas las tiendas hay matices. Hay claros y oscuros. Los últimos casi siemp

See Full Page