Cuando la seño de la sala de 4 a la que va Facu me dijo “papá, vas a tener que salir en el acto homenaje al General Don José de San Martín” inmediatamente me puse a dieta.

El máximo héroe argentino puede disimular su metro sesenta de altura rodeado de niños de jardín de infantes disfrazados de granaderos. Pero un San Martín gordo es inadmisible.

Ya me imaginaba los chistes por lo bajo de los demás padres: “Mirá, el Sargento García”, “no, el Santo de la Panza”, “La figura del gran choripán”. Y las risas reprimidas por el comienzo del Himno Nacional Argentino.

Pasaron unos días. En la puerta de la escuela, la seño se aseguró: “Papá, ¿no me vas a fallar? ¡mirá que el acto es la semana que viene!”.

Le respondí con un no largo, algo exagerado y simulando sorpresa. Le dije que no se preocupa

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