Ejea llora la muerte de uno de sus caballeros. En una de las Cinco Villas halló Javier Lambán su Camelot, el lugar al que fue a morir, el sitio del que nunca quiso salir. El socialista hizo auténtico proselitismo de su ciudad natal, donde cultivó camaraderías que perduraron en el tiempo y consolidó las amistades venideras. Allí era habitual ver al expresidente desempeñarse en las tareas cotidianas desprovisto del traje oficial: la compra en el supermercado Alcampo debajo de su casa, los paseos con las nietas por la Ciudad del Agua y las cenas en La Claketa en sus años de Gobierno, alguna que otra finalizada en aquellas noches de juventud en el Mapachu o en el Morenín , recuerdo de los días de vino y rosas.
Dicen quienes lo trataron en la cercanía que utilizaba su arma p