Bajo toneladas de lodo, que exudan sus propias conciencias, ha sido oficialmente sepultado cualquier atisbo de decencia, integridad, honorabilidad y decoro en el Perú oficial.
Dos imágenes representan este entierro simbólico de un honor moribundo por largo tiempo en la clase política y en las instituciones armadas: el cinismo de Fernando Rospigliosi celebrando una Ley de Amnistía que él mismo combatió en su momento con argumentos sólidos y que hoy pisotea, junto a la lógica y a su propia imagen, en aras de servir a sus nuevos amos; y el abrazo cómplice y ladino entre dos perpetradores de crímenes imperdonables: los incalificables asesinatos del Grupo Colina y las masacres ordenadas por Dina Boluarte, ambas de la misma entraña criminal, bajo el mismo desprecio por la vida de otros, que no