El 1 de agosto, un día antes de presentarme en la Feria Internacional del libro de Lima, llegué temprano a la capital y aproveché la tarde para hablar de mi experiencia como narrador en un taller titulado “Retazos de vida” que dicté en la Casa de la Literatura Peruana.
Había gente de todas las edades. Como, por ejemplo, un señor de más de ochenta años que se inscribió porque sus hijos le dijeron que se diera “un último gustito” o algo similar, lo cual me causó mucha gracia. También había amas de casa, estudiantes de publicidad y periodismo, padres de familia, profesores, etcétera.
En un momento les recordé a Claudio Magris y lancé esa estimulante idea de que escribir puede ser también armar un Arca de Noé muy personal para salvar a quienes amamos de la abrasión del tiempo. Planteé una pr