Hace unos días, un personaje de cuyo nombre prefiero no acordarme emitió –a través de las redes sociales– palabras que, bajo la apariencia de un juicio personal, se convirtieron en una afrenta colectiva. Dijo, entre otras palabras, del próximo presidente de la Suprema Corte que era un “indecito”. Podría parecer un comentario trivial, un gesto de burla hacia un cargo o una persona. No lo es. Ataca, con precisión y conocimiento, a un pueblo entero: el Ñuu Savi (mixtecos).
No importa si lo que quiso hacer era atacar a una figura pública o una broma de mal gusto. Marco Tulio en sus meditaciones dijo que “es propio de un rey obrar bien y oír hablar mal de él”. Lo relevante aquí es que se lanzó un ataque que trasciende lo individual e institucional y penetra en el terreno de lo colectivo. Al s