
El nombre de Gezinus Gringhuis figuraba en los archivos policiales holandeses desde antes del final de la guerra. A diferencia de muchos otros, no huyó ni cambió de identidad tras el colapso del régimen nazi. El suyo era uno de los rostros visibles de la red de colaboración con las fuerzas de ocupación alemanas.
La mañana del 4 de agosto de 1944 formó parte del equipo que accedió al edificio del número 263 de Prinsengracht . Fue entonces cuando los agentes del SD y sus aliados locales encontraron a las ocho personas que llevaban dos años escondidas .
Otto Frank identificó a Gringhuis poco después de la liberación, al igual que a Willem Grootendorst, también policía holandés. Ambos participaron directamente en la detención de su familia y del resto de personas refugiadas en el escondite. Años después también se conocería el nombre del SS Karl Silberbauer , que fue quien dirigió el operativo.
Sin embargo, ninguno de los tres terminó cumpliendo condena . La impunidad con la que salieron de aquel episodio dejó sin respuesta una pregunta que aún se arrastra con obstinación: cómo supieron que había gente escondida allí .
Las sospechas de Otto Frank recayeron sobre un trabajador que generaba desconfianza en el escondite
El primer sospechoso en la mente de Otto Frank fue Willem van Maaren . Trabajaba en el almacén del edificio y, según anotó Anne en su diario el 16 de septiembre de 1943, había empezado a hacer preguntas. La Anne Frank House recuerda que, tras la guerra, los antiguos colaboradores del escondite presentaron una denuncia contra él , pero el tribunal de distrito la archivó por falta de pruebas. A pesar de las sospechas, no se logró demostrar que su comportamiento tuviera relación con la redada.
La historiadora Carol Ann Lee centró su atención en un perfil muy distinto: Tonny Ahlers , militante del Partido Nacional Socialista holandés. Según su biografía, Ahlers descubrió que Otto Frank había criticado la política de guerra del Tercer Reich y lo chantajeó para obtener dinero. Aunque se ha sugerido que podría haber sido él quien informó a los alemanes, la Anne Frank House asegura que “no hay ninguna indicación de que Ahlers supiera que había personas ocultas en el Anexo”.
Otra hipótesis apunta a Ans van Dijk , una mujer judía que, tras su detención, aceptó colaborar con los nazis para evitar su propia deportación . Según el periodista Sytze van der Zee , ayudó a capturar a decenas de personas en Ámsterdam haciéndose pasar por protectora. Fue condenada por sus actos y ejecutada en 1948. Sin embargo, la Anne Frank House aclara que las obras que la vinculan con la delación de los Frank se basan en “recuerdos de posguerra escritos más tarde por terceras personas”, sin ninguna base documental sólida.
La investigación moderna que señaló a un notario acabó desmentida por la comunidad académica
A comienzos de 2022, un grupo internacional de investigadores liderado por el exagente del FBI Vincent Pankoke volvió a agitar el debate al publicar el libro The Betrayal of Anne Frank: A Cold Case Investigation . Utilizando métodos contemporáneos, como análisis de redes y documentos digitales, señalaron como presunto delator a Arnold van den Bergh , un notario judío.
Según su tesis, entregó la ubicación del Anexo para salvar a su propia familia. La BBC informó que el equipo también creía que Otto Frank pudo haber sabido la verdad y preferido mantenerla en secreto.
La reacción de la comunidad académica no tardó. En marzo de ese mismo año, un grupo de historiadores y expertos en la Segunda Guerra Mundial desmintió la acusación . Como recogió de nuevo la BBC , declararon que “no hay ninguna prueba seria que respalde esta grave acusación”. Poco después, la editorial holandesa retiró el libro y se canceló su publicación en inglés .
Frente al cúmulo de teorías, algunas voces han planteado que quizá nadie denunció a los Frank . En 2016, el investigador Gertjan Broek , de la Anne Frank House , planteó que la redada pudo estar motivada por delitos económicos. En los pisos inferiores del edificio funcionaban actividades ilegales como el fraude con cupones de racionamiento, que habrían bastado para justificar una inspección . En palabras del museo, “es posible que los agentes del SD registraran el edificio por ese motivo y descubrieran a las ocho personas escondidas por azar”.