Sin atender las carencias estructurales en salud y educación, cualquier mejora en el ingreso será frágil y difícilmente se traducirá en mejoras verdaderas en el bienestar

Mucho se ha escrito sobre las últimas métricas de pobreza generadas —por primera vez— por el INEGI la semana pasada. En el penduleo propio de una sociedad polarizada hay quien festeja el avance con expresiones desbordadas y quienes niegan cualquier disminución aludiendo argumentos políticos o descalificaciones metodológicas. Los matices en la lectura de la información presentada son, a mi parecer, lo que debería nutrir una reflexión más profunda de nuestras métricas de pobreza y guiar un mejor diseño e implementación de la política pública.

La forma que utilizamos en México para medir pobreza es única. No es comparabl

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