Era un secreto a voces. El general Miguel Primo de Rivera tenía obsesión por «La caoba», una bailarina y prostituta andaluza con la que mantenía relaciones sexuales. La conflictiva mujer fue detenida en 1924 acusada de tráfico de drogas, y ahí se destapó el gran escándalo, cuando el militar, entonces al frente del Gobierno español, se entrevistó con el magistrado que llevaba el proceso judicial contra su amante para exigirle que la dejara en libertad. Las amigas de la detenida, trabajadoras en el mismo burdel que ella se pusieron en contacto con el gobernante y le enviaron un mensaje que, según un periódico de la época, decía: «Miguelito, tú que eres tan bueno, debías socorrer a la Caobita». Y así lo hizo. Porque su amante salió en libertad.
Pero no fue todo tan sencillo ni tan sigiloso.