Por Alain Luévano Díaz

CADA VEZ que surge una inconformidad estudiantil en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y deriva en un movimiento de protesta, se duda de su autenticidad y se especula que “hay alguien detrás” o “es parte de un ardid político de quién sabe qué oscuros intereses”, como si los alumnos fueran menores de edad, sin la capacidad de pensar y actuar por sí mismos.

EL PARO de estudiantes de historia de la UAA, que hasta el momento se mantiene, tiene motivos más que suficientes: un investigador que, si bien tiene una producción historiográfica respetable, en las aulas su desempeño ha sido francamente malo –y no sobra decirlo, con una relación carente de ética hacia los jóvenes–, al grado tal que los afectados ponen en pausa sus actividades académicas para exigir su s

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