
La relación entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una nueva fase crítica que muchos analistas ya califican de “guerra fría latinoamericana” . La administración de Donald Trump ha enviado al Caribe tres destructores con misiles guiados, submarinos, aviones espía y 4.000 marines , con el argumento oficial de combatir el narcotráfico . En respuesta, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha movilizado más de 4,5 millones de milicianos de la Guardia Nacional en todo el territorio, elevando la tensión regional a niveles sin precedentes desde los años de la crisis de Panamá con Manuel Noriega.
Un despliegue con tono de ultimátum
El movimiento militar estadounidense forma parte de la estrategia de “tolerancia cero” de Trump frente a los carteles de droga. Según la fiscal general Pam Bondi , Maduro sería el cabecilla del Cartel de los Soles , responsable de inundar el país con cocaína y fentanilo. La recompensa por su captura se ha elevado a 50 millones de dólares , mientras 700 millones en bienes presuntamente vinculados a él ya han sido confiscados por EE.UU.
Frente a estos señalamientos, Maduro respondió acusando a Washington de haber perdido toda “credibilidad regional” y calificó la operación militar como una “ amenaza extravagante y estrafalaria ” contra la soberanía de Venezuela.
Milicias bolivarianas como escudo nacional
Durante un encendido discurso televisado, Maduro anunció la activación de un plan nacional de defensa con 4,5 millones de milicianos , integrados a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) . Aseguró que las unidades estarán "preparadas, armadas y distribuidas en cada rincón del país" , incluyendo nuevas milicias campesinas y obreras , listas para ser desplegadas en fábricas, centros de trabajo y zonas rurales.
“Fusiles y misiles para la clase obrera, para que defienda nuestra patria” , exclamó el mandatario, evocando el lenguaje de confrontación que lo ha caracterizado desde los tiempos del Comandante Hugo Chávez .
Riesgo regional: ¿una Siria caribeña?
El despliegue de EE.UU. ha encendido alarmas más allá de Venezuela. El presidente colombiano Gustavo Petro alertó de que una intervención militar podría convertir a Venezuela en “otra Siria” y advirtió que Colombia, con sus más de 2.200 kilómetros de frontera, se vería inevitablemente arrastrada al conflicto.
Desde México, la presidenta Claudia Sheinbaum reiteró el principio de no intervención y expresó su rechazo a cualquier acción que vulnere la soberanía venezolana, recordando que “la paz en la región debe ser preservada por medios diplomáticos” .
Washington: “Maduro no es un presidente, es un capo”
Pese a las advertencias internacionales, la Casa Blanca no da señales de recular. Karoline Leavitt , portavoz presidencial, aseguró que Trump “está preparado para usar todo el poder del Estado” contra el narcotráfico y “llevar a los responsables ante la Justicia” . En su declaración más dura, afirmó que el régimen de Maduro es “una fachada de narcotráfico” y no un gobierno legítimo .
El Pentágono, por su parte, ha reforzado su presencia naval sin confirmar ni desmentir posibles acciones en suelo venezolano, aunque expertos en seguridad nacional no descartan intervenciones limitadas , especialmente si se detectan movimientos de cargamentos ilegales en el Caribe.
Un conflicto congelado… por ahora
Por el momento, el enfrentamiento se mantiene en el terreno de las amenazas, las maniobras militares y el cruce de acusaciones. Sin embargo, la escalada retórica y operativa —combinada con la volatilidad política en Caracas y la rigidez estratégica de Trump— hace temer que la chispa de un incidente menor pueda derivar en una conflagración mayor .
Venezuela se atrinchera. Estados Unidos presiona. América Latina observa con preocupación.
El tablero geopolítico en el continente ha cambiado de forma abrupta. Y esta vez, las cartas no están en manos de diplomáticos , sino de generales y comandos desplegados en aguas cálidas que empiezan a enfriarse bajo la sombra de la guerra.