Cuando desfilan los Moros y Cristiano s no es la historia la que regresa, sino la memoria de un Mediterráneo que nunca dejó de ser frontera y puente. La media luna y la cruz no se chocan: se buscan . En un mismo compás conviven el paso marcial y el balanceo tribal; detrás de cada estandarte late un archivo vivo de símbolos que la fiesta reactiva con la contundencia de un ritual colectivo.
En Castelló de Rugat , como en muchas localidades valencianas, la fiesta no “reproduce” una batalla medieval; la dramatiza. La calle se vuelve teatro móvil: suenan metales, retumba la percusión y los trajes —auténticas esculturas textiles— narran lo que los libros no alcanzan a decir. Un caballo que se inclina hasta el suelo rinde pleitesía; un tocado con cobra emerge como cita al Egipto mameluco;