Era pareja de la madre y, por ende, protector de la adolescente. Además de, devoto evangélico.
Cinco meses atrás, olvidó sus deberes parentales, dio la espalda a la Palabra y se adentró por el camino retorcido de la lujuria y el deseo sin freno.
Primero, al salir del templo ubicado en la comunidad El Palomar, municipio Tucupita. Aprovechando su autoridad sobre la víctima, la condujo al callejón cercano, dando rienda suelta a sus bajos instintos. Ocurrió, al menos, dos veces.
Luego, presa de las pasiones desbordadas, acudía a la casa de familia cuando no estaba su pareja y repetía las agresiones no consentidas.
Hasta que, un día, la progenitora vio a su niña de 14 años llorar, enterándose del doloroso hecho. No hubo muro de contención posible, fue un momento de liberación en que la oscu