De niña, alguien de cincuenta o sesenta años me parecía un anciano . Hoy estoy convencida de que la edad es un espejismo : lo que en verdad pesa no son los años , sino las circunstancias .

La semana pasada lo confirmé. Tuve una reunión en Ciudad de México y regresé de inmediato a Puebla para acompañar la operación del ojo de . El día fue largo, estresante y absorbente . Al llegar a casa, Michi , mi otra compañera de cuatro patas, presentó fiebre por una infección . El desvelo se multiplicó: me convertí en enfermera improvisada de mis dos perrhijas .

Al día siguiente, en el trabajo , apenas funcionaba para lo elemental. Me mojé la cara en el baño , me miré al espejo y no vi las arrugas : vi el cansancio acumulado , ese que se posa como mo

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