Un camión bomba explotó frente a la base aérea Marco Fidel Suárez. Otro, cargado de explosivos, fue desactivado. Seis muertos, más de cincuenta heridos y una ciudad en ruinas. El mensaje es claro: la guerra sigue viva y el Estado está distraído.

El presidente Petro reaccionó con discursos, señalando a las disidencias de las FARC. Pero el país no escucha justificaciones, escucha estallidos. Porque mientras el Gobierno concentra su energía en estrategias electorales, cálculos de poder y consultas políticas, la seguridad quedó abandonada a su suerte.

¿De qué sirve hablar de paz total si la realidad es miedo total? ¿De qué sirve la retórica de un Estado fuerte, si un furgón lleno de explosivos puede estacionarse frente a una base militar y hacerla volar?

La verdad incómoda es esta: Cali no

See Full Page