Hace un tiempo una persona cercana e importante en mi vida me enseñó una lección que no supe ver en ese momento.

Con su humildad natural, su experiencia en contacto constante y directo con personas con grandes y graves carencias y su práctica visión de las circunstancias del día a día, me enseñó una valiosísima forma de crecer. Me enseñó a SOÑAR. Así con mayúsculas.

Yo, en mi absoluta ignorancia y soberbia, le decía que ella no sabía soñar, que sus sueños eran pequeños. Pudiendo soñar con un yate, una casa gigante con su jardín inmenso y piscina infinita, con un avión para ir de lado a lado del mundo, con no levantarse a las 5.00 de la mañana o con ni siquiera saber qué hay en la cuenta del Banco...

Y me decía, mientras con una sonrisa enorme recogía una moneda extraviada de cinco

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