La ciudad rumana de Baile Herculane , antaño apreciada por los emperadores por sus aguas sulfurosas , sufrió un largo declive por la corrupción que se refleja en sus fachadas deterioradas, grafitis y escombros, hasta que llegaron unos jóvenes arquitectos decididos a devolverle la vida .
“Quedé impactada por la belleza del lugar y, al mismo tiempo, sorprendida por su estado”, comenta Oana Chirila, de 31 años, quien descubrió la ciudad “por casualidad” hace ocho años y ahora lidera un equipo de cinco personas, todos voluntarios.
Después de décadas de negligencia , Rumania vive una proliferación de iniciativas ciudadanas de protección y restauración de algunos de sus 800 monumentos históricos que presentan un avanzado deterioro o incluso están en peligro de desaparecer. Un ter