No es cierto eso que dicen acerca de que la ciencia ha demostrado que en esos momentos de quietud la actividad del cerebro se apaga bastante. A muchos les ocurre lo contrario: se enciende como una bengala y empiezan a surgir ideas, proyectos, planes brillantes que luego llenan nuestro largo invierno. La conexión de una cabeza –quizá mejor de su contenido más o menos modesto, más o menos brillante-, con los dedos de la mano, ya sea empuñando una pluma, un lápiz o un bolígrafo, o acariciando los botones de una máquina, moderna o antigua, crean una comunicación sublime, igual que la de dos almas que se juntan, hombre-mujer, nieto y abuela, padre-hijo, y todas las combinaciones infinitas que se pueden hacer, porque todo en la vida es magia, aunque solo la perciban los privilegiados que sepan d

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