Claudia se levanta todos los días a las cinco de la mañana. Antes del desayuno, hace pis en una pelela y la coloca en un bidón. Repite la misma secuencia hasta el mediodía, cuando va por última vez al baño y trata de aguantar hasta volver a su casa después del trabajo. Ella vive en Pergamino, provincia de Buenos Aires, y por allí un equipo pasa cada martes y viernes a retirar el envase lleno y a dejar otro vacío para continuar la cadena. Así, lleva más de tres años como donante activa de orina y colabora con un sistema que transforma algo tan básico en una esperanza de vida.
Esa orina, sumada a la de cientos de mujeres de todo el país, es procesada para obtener hormonas que se utilizan en tratamientos de fertilidad . “Con un poquito, estoy ayudando a otra familia para que puedan tene