Antes de ser el río al que deforman mientras le arrancan el oro de las entrañas con toda la avaricia de la que es capaz el ser humano; antes de que los letales venenos vertidos por toneladas se mezclen con sus aguas; antes de ser un cementerio que borra las huellas de los desaparecidos; antes de negarse a dejar de ser, aun en su agonía, la fuente de sustento de cientos de comunidades ribereñas, de entregar bocacachicos y bagres y dejarse navegar noblemente, el río Nechí hace un truco fascinante en el que reafirma su majestuosidad, también su misterio y su riqueza que no tiene nada que ver con el oro.
El Nechí nace en los Llanos de Cuivá a 2.730 metros sobre el nivel del mar, y desciende calmo y frío rodeado de vacas abrigadas y soñolientas, cultivos de papas, frailejones y uchuvas a lo la